Encuentran al primer “submarino narco” entrando a Europa

Las autoridades policiales encontraron en España un viejo submarino que transportaba toneladas de cocaína, mostrando una nueva táctica de tráfico hacia Europa.

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En una bahía escarpada aquí, una mañana del año pasado, la policía vio a tres hombres trepar desde la escotilla de una curiosa embarcación que apenas rompía la superficie del Océano Atlántico. La embarcación, que sobrepasaba los 20 metros, se hundió lentamente mientras los hombres nadaban hasta la costa, donde los oficiales agarraron a dos de ellos. Tras remolcar el bote hundido, se dieron cuenta que era un submarino lleno de cocaína a bordo.

Por primera vez, habían capturado un formidable buque en la flotilla de narcotraficantes: un “narcosubmarino” transatlántico. Los traficantes siempre están buscando nuevas fórmulas para hacer llegar la droga al primer mundo. Los narco-submarinos han transportado cocaína de Colombia a Centroamérica desde los años 90 y recientemente han proliferado a otros trayectos. Rara vez son verdaderos submarinos, generalmente son semisumergibles que flotan mayormente pero no completamente por debajo de la línea de flotación y son casi indetectables. La mayoría se construyen fuera de la vista en las selvas de América del Sur por alrededor de 1 millón de dólares cada uno.

El descubrimiento realizado en noviembre del 2019 frente a la costa noroccidental de España fue la primera confirmación de los persistentes rumores de que también pueden llegar a Europa, donde la mayor parte de la cocaína llega oculta en barcos contenedores a los principales puertos.

“Es un cambio de juego”, dijo Michael O’Sullivan, jefe del Centro de Análisis y Operaciones Marítimas de Europa, que ayuda a coordinar las agencias antidrogas europeas.

El director regional de la DEA para Europa, Daniel Dodds, dijo que el descubrimiento muestra que los cárteles latinoamericanos “harán lo que sea para conseguir su producto aquí”.

La embarcación de fibra de vidrio gris se construyó en un recinto fuertemente vigilado y oscurecido por la espesa selva tropical cerca de la ciudad brasileña de Macapá, en el estuario del Amazonas. La tripulación llegó en octubre. El piloto y el mecánico, ambos de Ecuador y de unos 40 años, ganaron unos pocos miles de euros por el viaje, una gran suma en su país.

A finales de octubre, pusieron rumbo a España, a unas 4.000 millas de distancia. Frente a las costas de Brasil, las lanchas transportaron la cocaína, empaquetada en 152 fardos marcados con los logotipos de los productores de un toro, un caballo y un diablo. Los paquetes habían llegado al Amazonas desde Colombia, donde la producción ha aumentado en los últimos años.

Los narcosubmarinos son de baja tecnología, incómodos y peligrosos, por lo que se les conoce como “ataúdes de agua”. La tripulación compartía una cabina estrecha, con los fardos, encajados entre un estruendoso motor diesel y más de 5.000 galones de combustible. Tuvieron que abrir la escotilla para desahogarse y, después de que se rompiera un tubo de ventilación, para tener aire fresco. El sustento era poco más que galletas, chocolate y agua. La única vista era a través de ventanas estrechas.

El 15 de noviembre, las autoridades europeas recibieron un aviso de las autoridades británicas de que un barco no identificado cargado de cocaína estaba cruzando el Atlántico. No habían detectado la nave cuando, tres días después, se acercó a la costa suroeste de España, con la esperanza de transferir su recompensa a las lanchas rápidas. Pero una tormenta levantó olas que hicieron que los mares se volvieran traicioneros, especialmente por descargar fardos pesados a través de una pequeña escotilla. La tripulación esperó dos días. Entonces llegó un mensaje de la costa: Es imposible.

“Era el peor momento para llegar a la costa en un semisumergible”, dijo el inspector jefe Alberto Morales, jefe de la sección de cocaína de la Policía Nacional. Pero lo hicieron de igual forma, y fueron descubiertos.

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