La semana pasada arrancó el debate para la legalización en Argentina. Se discutirá su uso terapéutico, aunque algunos ya vislumbran su uso recreativo. Todos aquellos que llenaron Plaza de Mayo hasta el Congreso con el fin de reclamar una ley que permita plantas para fabricar aceites hoy parten su carrera.
El autocultivo medicinal de cannabis es la gran novedad en la reglamentación que prepara el Gobierno argentino, que abre la puerta a una ley integral que regule todos los usos de la planta y que colme las aspiraciones de las organizaciones que desde hace años luchan por la legalización.
El proyecto de reglamentación para la ley de “investigación médica y científica del uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados” está ya en manos de las diferentes organizaciones, y además de permitir el autocultivo abre el abanico de patologías que pueden ser tratadas con la planta y permite la distribución de derivados como el aceite a través de farmacias.
Además, según Perfil, ya estarían las influencias listas en los legisladores nacionales y altos funcionarios del ministerio de salud nacional: Existiría la voluntad de no limitar el uso de los derivados de esta planta al tratamiento de la epilepsia -que es la patología que mayor evidencia reúne- si no también favorecer el estudio de sus posibilidades terapéuticas en otras patologías comunes. Incluso ya se habla de otros usos productivos de este compuesto, sin fines estrictamente médicos.
Nota: Esto no es una guía de cómo conseguir marihuana en Barcelona, sin embargo, si sabes hilar algunas ideas y leer entre las líneas sabrás cómo hacerlo.
Era una noche helada en el hermoso invierno del meditérraneo. A eso de las 8 de la noche estábamos en las alturas del Montjuïc, uno de los cerros emblemáticos de Barcelona, desde donde se tiene una perspectiva de la ciudad en toda su magnitud. La Sagrada Familia, la torre Glòries (ex Agbar) y más lejos se ven las luces del Tibidabo. Sin embargo, mi única fijación en el momento son las luces. El resplandor de la bahía que terminaba abruptamente en un negro horizonte del mediterráneo.
El problema era que nada de eso importaba, cuando tu cerebro prefería pensar en el último video que viste en instagram. Claro, 30 minutos antes, estaba sentado en un Club Social donde los catalanes se reúnen a jugar billar, pin-pon, avanzar trabajo acompañado de un café o té y, por sobre todo, a fumar marihuana.
Según datos de la Federación de Asociaciones Cannábicas Autoreguladas de Cataluña (Fedcac), si para 2014 habían casi 400 clubes en toda Cataluña, para 2018 esa cifra se elevó a 803, de un total de 2.000 en toda España. Sólo en Barcelona hay 344 locales. Y uno lo huele en las calles. Cuando caminas por Les Rambles y Passeig de Gràcia, siempre llegá ese buqué que te hace elevar la vista y poder hacer contacto visual con el fumador, para ver si hay mano o no. Y sí, siempre está ese ‘agente verde’.
Fue algo así lo que me había pasado un par de horas atrás. Me habían contado que la calidad había mejorado bastante con la política de los clubes; el nivel de THC por las nubes, a un precio no tan alto. Y si bien, no es difícil encontrarlos, existen sus dificultades.
“Aquí nos roban los órganos…”
Habían pasado 14 horas de vuelo en avión. Los pasajes low-cost nos apaleaban el cuerpo, sin embargo, la posibilidad de viajar a Europa más barato que ir Aysén me hacía resistir el cuerpo molido. Llevábamos menos de 18 horas en Barcelona y ya veíamos que era weed-friendly. Al igual que Chile, los grow shop y tiendas de parafernalia abundan.
Alrededor, mucha gente que ve con resquemor. Piensan que realmente venden marihuana. Otros pasan de largo con cara de asco. Pero siempre, entre medio de este caos de turistas, hay un par que mira desde la distancia. Uno de ellos se me acerca:
– “Hi, how are you“, me dice con un inglés rústico y pausado. Igual al mío pensé, así que le respondí casi pensando que me iba a preguntar por direcciones:
– “Hi…Sorry, i’m not from here“, le respondí, mientras revisaba un dulce de CBD.
– “Do you want to smoke weed?“, me dice. Recién entendí en la situación en la que estaba.
– “Are you inviting me or selling me“, le dije, cuando alcancé a ver que en su celular estaba en español. Y entonces le pregunté, “hablas español?“.
– “Sí. Español. Yo ya estoy bien arriba (ríe). Yo te llevo a un club si quieres por una propina“, cuando sacó su mano del bolsillo para saludarme.
Zaci llegó de Marruecos, del norte de África. Estaba por cumplir un año en suelos catalanes, según él de manera legal. Apenas lograba caminar por sus pantalones anchos y una parka gigantesca, del doble de su talla, acolchada. Me pregunta de dónde vengo. Al saber sobre Chile, me habla de fútbol. Sí, es el tema que nos une a todos. Un par de frases de buena onda para cada país, me corta:
– “Mira amigo, yo trabajo en un club canábico. Me pagan por persona que llevo. Si quieres te ayudo, y ahí adentro podrás consumir y todo”.
Sabía que tenía que contestar rápido. Lo podía espantar. El país estaba en alerta 4, fechas importantes como navidad y año nuevo podían ser flanco de ataques extremistas. Es un policía y cago (a diferencia de Chile, aquí sí se mimetizan y no andan con cortes institucionales). Es un traficante de órganos también. Tomo el riesgo y le digo vamos.
Empezamos el recorrido pasando por varias calles angostas. De esos recovecos de una ciudad que cuida sitiales que sobre pasan los mil años. Mientras caminamos, él siempre intentando mantener distancia, le voy preguntando un par de cosas.
– “Son 20 euros la inscripción. Dura por un año. Eso te da permiso para entrar y comprar”, me lo dice en el mejor español que le escuché de él.
– “¿A cuánto está el gramo?”, le repliqué.
– “Siempre depende, hermano. Entre 15 a 20 euros”, a lo que agrega riéndose “con 60 euros ya tienes para la semana”.
Unos 5 minutos pasamos caminando y la sensación de incertidumbre sube en mi. “Aquí hay un cajero, por si necsitan plata”, dice.
– “Voy a esperar a ver la oferta y ahí veo si saco la plata, ¿vale?”, a lo que me asiente inmediatamente.
Dos cuadras más allá dobla en una esquina. Lo perdemos de vista. Caminamos lentamente hasta esa esquina y estaba ahí esperándonos. “Por aquí”, me señala. Giro la cabeza, es una calle sombría, húmeda y con mucha ropa colgada desde las ventanas. Un vehículo tendría que esconder los retrovisores para entrar.
Camino seguro, hacia la mitad de la cuadra donde Zaci nos esperaba debajo de un un arco romano. Veo hacia el fondo y se lograba divisar a la distancia la bahía de Barcelona. A un lado del arco, unas escaleras de 4 peldaños dan a una puerta negra y una cámara de video en una bisagra. “Aquí nos roban los órganos”, me recuerdo pensar.
De repente se escucha un sonido fuerte. Se abre la puerta lentamente. Nos hace pasar. No podemos avanzar mucho. Nos enfrentamos a otra puerta. Zaci nos mira y cierra la puerta por la que pasamos mientras nos dice: “bienvenidos amigos”. Cuando suena la segunda puerta y queda entreabierta.
“Dale tío…empuja”…y entra mucha luz.
Música trap, billar y humo. Mucho humo.
Se escucha música; de esa millenial que ando pegado, golpes de billar; al fondo se veo un grupo de fumetas jugando, y, obvio, un aroma envolvente de marihuana. En la entrada nos cobran 20 euros para la inscripción, algo así como 17 mil pesos chilenos, que te permite entrar al club en el horario que quieras, usar sus instalaciones para trabajar y comprar y fumar marihuana.
Avanzamos un por el club. En la mitad, un mesón transparentes donde se ven frascos repletos de marihuana. Música trap de fondo. Sale una mujer del fondo, de no más de 25 años, y sin saludarnos dice: “las bolsas están divididas por gramo, pero puedes sacar la que te plazca. Aquí tienes Amnesia Haze y esta otra Northern Lights”. Son cepas reconocidas mundialmente. Cada gramo cuesta 15 euros, algo así como 12 mil pesos. Van cambiando la variedad todas las semanas y, de vez en cuando, traen “growers” especialistas con sus productos. Tienen límites de producción, por lo que mantener un club social no es fácil.
Estos establecimientos funcionan amparados en dos garantías constitucionales españolas: El derecho a la intimidad y el derecho de asociación. El primero permite a los ciudadanos españoles hacer básicamente lo que quieran en privado, incluso consumir drogas. Esta protección también permite cultivar marihuana para consumo personal, aunque no especifica qué cantidad en términos de frutos o vegetales. El segundo permite que los particulares se agrupen para cultivar y/o consumir su cantidad personal de cannabis en un espacio privado.
Elegí un par de cada uno, en total casi 45 euros por 4 gramos. El problema de la regulación, dirán algunos. Pero es una ganga si cuentas los millones que se quitan de las manos del narco, aunque sigue siendo un mercado ilegal en España. Si fuera legal, según un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona, el Estado recogería más de $3 mil millones de euros en impuestos cada año y regularizaría más de 100 mil empleos.
Me siento en una mesa ovalada. Al otro extremo un tipo con lentes oscuros, de esos que Jay-Z utilizaría para que no lo vean chino y, en especial, en un lugar oscuro. Veía la televisión un video de Migos. La chica que nos atendió se sienta al frente y nos ofrece hacernos un caño, mientras intento resolver mis dudas con ella de cómo puedo hacer lo que están haciendo y yo consumiendo.
“Es nuestra privacidad. Nuestra intimidad. Ahí que nadie se mete, sea el gobierno o el puto rey”, nos asegura. Aunque no ha sido fácil. De hecho, esta especie de limbo no ha permitido que la justicia vaya en contra de ellos. Uno de los secretarios de estos clubes, Albert Tió, tendrá que pasar cinco años privado de libertad por blanqueo de dineros y delito contra la salud pública. “Me tratan como si fuese un narcotraficante, pero yo soy un activista”, sostuve Tió a Diario.es el año pasado.
“Con cuidado chicos, que está fuerte”, dice mientras deja un troncho de conito. Pedí fuego a un vecino de mesa y puf. Pegado en la tele, veo cómo pasan los videos de música. Un especial de Migos, aparentemente. 10 minutos…sigo. 20 minutos, no paro. 30 minutos, tenemos que irnos. Nos espera un show de luces en el Montjuïc. De las luces recuerdo poco, pero tengo en mi retina ese negro horizonte del mediterráneo. Sin duda la repercusión de la amnesia de Barcelona.
A principios de mes se dio el vamos a una de las operaciones más interesantes desde la legalización de la marihuana en Uruguay. El Instituto de Regulación y Control del Cannabis de dicho país emitió una resolución que abre la puerta al desarrollo de productos cannábicos.
Según dice el documento, las actividades de cultivo y post cosecha no psicoactivo podrá tener una licencia para producir, elaborar, acopiar, importar, exportar, distribuir y expender los productos derivados. Lo que se consigue sólo aplicando al Ministerio de Ganadería o Salud Pública.
“Hay muchas empresas que se dedican a la industria del cannabis en el país, pero gran parte hizo la inversión en2013 y logró vender recién en 2020. Estaban asfixiadas, por eso comenzaron a vender las flores”, explicó Leonardo Isoardi, abogado con experiencia en la temática.
La flexibilización de las normas permitirá que Uruguay se posicione en un lugar especial para la producción de marihuana. Aunque son cautos. Hasta ahora han otorgado 9 licencias: cuatro para uso medicinal y cinco para fines recreativos. Mientras que hay otras 9 licencias para producir desde alimentos, cosméticos hasta aceites.
De hecho, la investigación es la razón que más licencias con 18 centros y universidades, junto a la producción de cáñamo con 42.
Los mercados de exportación
Según recoge El Observador de Uruguay, el 5 de octubre pasado ingresaron las primeras flores de marihuana medicinal y psicoactivo al mercado alemán. Australia fue el primero, seguido de Suiza e Israel.
Pero en la Cámara de Comercio Española de Uruguay quieren ir por más. Es por ahí que España, Portugal, Canadá y Estados Unidos son lugares donde se está revisando el proceso de comercialización. La logística es el problema en algunos lados o las limitaciones legales; todos estos países cuentan con distintas regulaciones.
Durante el debate del miércoles por la noche con el vicepresidente (VP) Mike Pence, Harris dijo que ella y el nominado presidencial demócrata Joe Biden también borrarían los antecedentes penales de las personas condenadas por delitos relacionados con la marihuana en el pasado.
Aunque muchos estados de los Estados Unidos han legalizado el uso de la marihuana, los bancos y otras instituciones financieras tradicionales se han negado hasta ahora en gran medida a colaborar con la industria, ya que la cannabis sigue siendo una sustancia clasificada a nivel federal.
Harris, que ha apoyado la despenalización del cannabis incluso antes de que Biden la eligiera como su compañera de fórmula, es el principal patrocinador de la Ley de oportunidad, reinversión y eliminación de la marihuana (MORE) de 2019, que pretendía poner fin a la prohibición federal de la marihuana.
Respuesta a los críticos
“Kamala es un policía”. Así comenzaba una columna en Forbes que mostraba que Harris no era una buena opción para la comunidad cannábica. “No importa lo emocionados que estén los votantes demócratas por tener a la primera mujer de color en una candidatura presidencial, y no importa lo liberal que sea su historial de voto en el Senado, no hay forma de escapar al hecho de que la senadora Kamala Harris construyó su carrera política sobre su historial como fiscal. En ese cargo supervisó el arresto y el procesamiento de miles de personas, en su mayoría jóvenes de color, por delitos relacionados con la marihuana y otras drogas”, sentencia.
El historial de Harris en casos relacionados a la marihuana -mientras era fiscal del distrito de San Francisco- tiene muchos matices, según los nuevos datos obtenidos por Mercury News de San Francisco y las entrevistas con más de una docena de ex-fiscales, abogados defensores, expertos en justicia penal y activistas que han estado siguiendo su carrera.
Harris supervisó más de 1.900 condenas por marihuana en San Francisco, según los registros no reportados anteriormente por la oficina del fiscal de distrito. Sus fiscales parecen haber condenado a personas por cargos de marihuana en una tasa más alta que la de su predecesor, basándose en los datos sobre los arrestos de marihuana en la ciudad.
Pero los ex abogados de la oficina de Harris y los abogados defensores que trabajaron en casos de drogas dicen que la mayoría de los acusados arrestados por posesión de marihuana de bajo nivel nunca fueron encerrados. Y sólo unas pocas docenas de personas fueron enviadas a la prisión estatal por condenas de marihuana bajo el mandato de Harris.
“No hay manera de que nadie pueda decir que ella fue draconiana en su búsqueda de casos de marihuana”, dijo Niki Solís, una abogada de alto rango en la oficina del Defensor Público de San Francisco durante el tiempo que Harris fue fiscal de distrito.
La guerra contra las droga ha sido una de las tragedias más grandes de la era moderna. A nivel global ha criminalizado a usuarios y adictos, estableciéndolo como un problema de seguridad y no de salud. Este conflicto ha terminado con miles de cientos de consumidores tras las rejas, mientras que el narcotráfico ha ido ganando más terreno. Sin embargo, en los últimos años han nacido distintas alternativas para enfrentar el problema de las drogas. Especialmente para la marihuana.
Tanto gobiernos locales y nacionales han emprendido un camino alternativo para enfrentar el problema de las drogas en sus poblaciones; descriminalizando la marihuana; regulando su comercialización, cultivo y consumo; y legalizando completamente para su uso recreativo. Cada uno con su propio modelo: estatal, privado o mixto.
Y Chile está avanzando en una alternativa propia, que hoy se encuentra en el Congreso y que busca permitir cultivar, transportar y poseer marihuana si se puede comprobar su propósito de consumo personal o medicinal. De hecho, son varios los proyectos que están intentando modificar la Ley 20.000, sobre Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas (13588-07, 9471-11 y 11327-11).
“La ley debe facilitar el derecho de cultivo de marihuana para fines terapéuticos”, JUEZ DE LA CORTE SUPREMA, LAMBERTO CISTERNAS:
Muchas personas señalan a Portugal como un ejemplo a seguir. Este país despenalizó en 2001 el uso de todas las drogas ilícitas en pequeñas cantidades, incluidas la heroína y la cocaína. Eliminó el encarcelamiento, pero las personas sorprendidas en posesión o uso de drogas ilícitas pueden ser obligadas a asistir a programas de tratamiento de drogas, repartir multas o imponer servicios comunitarios.
Muchos de los beneficios obtenidos a lo largo de los años con el cambio de política de Portugal no han provenido de la despenalización propiamente dicha, sino de la ampliación del tratamiento de los trastornos por uso de sustancias. Tal movimiento podría traer el beneficio más tangible para el resto del mundo
Por su lado, Uruguay destaca como pionera en el mundo, siendo el primer país en legalizar la marihuana a nivel país. Lo hizo en diciembre de 2013 y, a diferencia de otros modelos, aquí el Estado asumió el control de la producción, comercialización y distribución de la marihuana con el objetivo de “terminar con el narcotráfico y mejorar la salud de la población”. Lo hizo estableciendo reglas claras: el autocultivo permite hasta 6 plantas por hogar, y a los clubes cannábicos hasta 99 plantas, y la venta en farmacias. Esta tercera vía habilita al usuario a comprar marihuana en envases de cinco gramos.
Estados Unidos tiene una realidad paralela, dependiendo del lugar donde te encuentres. Pero, como regla general, ha dejado que los privados se hagan cargo del mercado. En donde se reguló el consumo medicinal, existen más restricciones. Pero, por ejemplo, en California el consumo es legal de manera recreacional sólo con tu carnet de identidad local.
Propósito y compromiso
En un contexto de convulsión social, avance en legislación ad hoc a los tiempos y un mayor número de personas fuera del clóset marihuanero, nace La María Juana. Un nombre obvio, lógico, pero que pretende aunar a una comunidad muchas veces pospuesta y ridiculizada por panfletos falsos.
Somos activistas, pero también profesionales responsables. En este espacio -sólo para mayores de edad- te entregaremos información respecto a la marihuana en términos de consumo, vivencias, cultura, económicos y legislativos.