Hace apenas un mes, el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (IRCA) de Uruguay anunció un cambio significativo en la política de cannabis: a partir de diciembre, se permitirá la comercialización de marihuana con un contenido de THC de hasta el 15%, superando el límite actual del 12%. Esta decisión, que busca ofrecer a los consumidores una mayor variedad de productos y reducir el mercado negro, ha generado un debate acalorado en la esfera política uruguaya.
El edil de Cabildo Abierto, Guillermo Gurbindo, ha sido uno de los principales críticos de esta medida. En una intervención en la Junta Departamental de Durazno, Gurbindo expresó su preocupación por el impacto que este aumento de THC podría tener en la salud pública, especialmente en los jóvenes.
Desde su perspectiva, esta decisión profundiza los problemas asociados a la legalización del cannabis, una política que, según él, no ha logrado su objetivo principal de reducir el narcotráfico. Gurbindo sostiene que el aumento de la potencia de la marihuana legal podría agravar problemas de salud mental, especialmente en adolescentes, y contribuir a un aumento en las tasas de suicidio, un problema preocupante en el departamento de Durazno.
¿Un enfoque prohibicionista disfrazado?
Si bien las preocupaciones sobre el impacto del cannabis en la salud, especialmente en los jóvenes, son legítimas, es crucial analizarlas desde una perspectiva basada en la evidencia y no en el miedo. La crítica de Gurbindo parece basarse en una visión prohibicionista que ignora los beneficios potenciales de la regulación del cannabis y los avances científicos en la materia.
El aumento del límite de THC no significa necesariamente un aumento en el consumo problemático. De hecho, podría tener el efecto contrario al ofrecer a los consumidores productos legales y controlados, reduciendo así la necesidad de recurrir al mercado negro, donde la calidad y la potencia de la marihuana son inciertas.
La legalización del cannabis en Uruguay fue un paso valiente hacia una política de drogas más humana y efectiva. El aumento del límite de THC, aunque controvertido, puede verse como un paso más en esa dirección, siempre y cuando se acompañe de medidas de educación y prevención que informen a la población sobre los riesgos y beneficios del consumo de cannabis.
Es fundamental que el debate sobre esta medida se centre en la evidencia científica y no en prejuicios o miedos infundados. La regulación del cannabis es un proceso complejo y en constante evolución, y es necesario que todos los actores involucrados, tanto defensores como críticos, trabajen juntos para construir un marco legal que proteja la salud pública y promueva una sociedad más justa y segura.