El humo, sea de donde sea, tiene efectos en el cuerpo humano. Sólo la combustión aumenta el riesgo de algún tipo de cáncer en la persona que inhala, pero hasta ahora no se tiene certeza si existe una diferencia en los microorganismos que habitan nuestro cuerpo. Y ahora, con una financiación reciente de 3,7 millones de dólares del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA), el profesor Wei Jiang, de Microbiología e Inmunología en la Universidad Médica de Carolina del Sur (MUSC) y su colaboradora Sylvia Fitting, doctora de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, podrán profundizar en los efectos de los cambios provocados por el cannabis en el microbioma oral y sus repercusiones en las enfermedades neurológicas.
Y en parte ya han avanzado, en un estudio publicado en diciembre de 2021 en EBioMedicine, el profesor encontró que el consumo frecuente de cannabis altera el microbioma oral, encontrando niveles inusualmente altos de la bacteria Actinomyces meyeri en consumidores frecuentes de cannabis, pero no en consumidores de tabaco o cocaína. “En general, la cantidad de A. meyeri debería ser muy baja en un microbioma oral sano”, afirma Jiang a NeuroScienceNews.
Cualquiera que consuma cannabis con frecuencia debería prestar especial atención a su higiene bucal
Wei Jiang, de Microbiología e Inmunología en la Universidad Médica de Carolina del Sur (MUSC).
Los ratones expuestos por vía oral a la bacteria durante seis meses mostraron una mayor inflamación y más proteínas beta-amiloides en el cerebro. Se cree que estas proteínas están relacionadas con la pérdida de memoria a largo plazo y la enfermedad de Alzheimer. “Después de observar estos cambios en ratones a los que se administró esta bacteria, nos intrigó mucho lo que ocurría en sus cerebros”, explica Jiang.
Aunque el trabajo anterior de Jiang demostró que el microbioma oral alterado por el cannabis desempeñaba un papel en los cambios neurológicos, no analizaba específicamente qué componente del cannabis causaba esos cambios. El cannabis contiene componentes psicoactivos (THC) y no psicoactivos (CBD), que interactúan con el cerebro y el sistema nervioso de distintas maneras.
“Ahora queremos determinar los efectos específicos del THC y el CBD en la disbiosis del microbioma oral y la salud mental”, explica Jiang. Jiang planea exponer ratones a distintos niveles de THC y CBD para determinar sus efectos sobre los niveles de A. meyeri en el microbioma oral. “Creemos que la exposición prolongada al THC, pero no al CBD, aumentará los niveles de A. meyeri en la saliva y provocará efectos neurológicos nocivos en los ratones”, afirmó Jiang.
En el nuevo estudio, Jiang también irá más allá de los modelos de ratón y se centrará en los seres humanos con trastorno por consumo de cannabis para ver cómo los cambios en sus microbiomas orales afectan a la memoria. “Esperamos que los déficits relacionados con la memoria estén asociados a mayores niveles de A. meyeri en los consumidores frecuentes de cannabis en comparación con los no consumidores”, afirma Jiang.
“Cualquiera que consuma cannabis con frecuencia debería prestar especial atención a su higiene bucal”, afirmó Jiang.
Con el apoyo de la subvención del NIDA, Jiang planea sentar las bases para el desarrollo de terapias dirigidas al microbioma oral en consumidores frecuentes de cannabis con trastornos neurológicos. “Si nuestra hipótesis es correcta, una estrategia terapéutica dirigida contra A. meyeri podría reducir las irregularidades de la función cerebral en consumidores frecuentes de cannabis”, afirma Jiang. “En el futuro, también podría ser útil detectar ciertas bacterias como biomarcadores de distintas enfermedades que afectan al cerebro, como el Alzheimer”.