Los usuarios de la cannabis, como tú y yo, conocen la fuerte sensación de hambre que acompaña la fumada, y que empuja a comer aunque ya estén saciados. Es un efecto conocido que, según investigadores de la Universidad de Yale, creen haber descifrado por fin el mecanismo neurológico que lo provoca.
Según el estudio que publicaron en la revista Nature, paradójicamente son las neuronas del cerebro encargadas de inhibir el apetito las que juegan el papel principal en el fenómeno. Al contrario de lo que se espera de ellas, al encontrarse con la marihuana, estas células nerviosas hacen que el usuario tenga un hambre voraz.
Aunque la investigación apunta a varios mecanismos posibles, la capacidad del cannabis para aumentar el apetito está “muy bien documentada”, dijo Ginger Hultin, dietista registrada y vocera de la Academia de Nutrición y Dietética.
La investigación con cannabis ha revelado que el THC estimula el sistema endocannabinoide, un área compleja del cerebro que regula el comportamiento de alimentación y el equilibrio energético. “Está afectando algunas áreas primitivas del cerebro, cosas que controlan el apetito y las emociones”, dijo Hultin.
“El THC interactúa con los receptores en nuestro cerebro que regulan las emociones, el dolor y el sentido del olfato y el gusto”, dijo Janice Newell Bissex, dietista registrada. “También puede promover la liberación de la hormona ghrelina, que estimula el hambre”.
Según el estudio publicado en Nature y llevado a cabo por científicos de Australia, Alemania y Estados Unidos, hay algo más: “Observamos que, en respuesta a la activación del receptor cannabinoide, las neuronas POMC se activaban, y se liberaban tanto anorexígenos [supresores del apetito] como orexigénicos [estimuladores]“, explica a Sinc Tamas L. Horvath, investigador de la Universidad de Yale y jefe de proyecto.
¿Qué otros efectos tiene en mis neuronas la cannabis?
Horvath y su equipo tienen ahora curiosidad por explorar el papel que estas neuronas podrían desempeñar en la sensación general de estar colocado.
Aunque este estudio no es el primero que explora el papel de los cannabinoides en la sensación de estar colocado, Horvath señala que su equipo es el primero que explora este conjunto específico de neuronas en esta capacidad. Otro estudio reciente sugirió que la marihuana podría afectar al bulbo olfativo en el cerebro, esencialmente haciendo que la comida huela mucho mejor de lo que suele hacerlo.
“No puedo excluir la posibilidad de que el sistema olfativo también desempeñe un papel en los antojos”, dice Horvath. “Simplemente decimos que estas neuronas tienen un impacto importante en la forma en que los animales responden a los cannabinoides en relación con la alimentación, y no decimos que sean las únicas”.
De hecho, es muy probable que el fenómeno de los “munchies” sea una respuesta fisiológica compleja que no puede reducirse a un único conjunto de neuronas. Pero Horvath y su equipo sienten ahora curiosidad por explorar el papel que estas neuronas podrían desempeñar en la sensación general de estar colocado.
“Si resulta que estas neuronas son importantes para el colocón general, entonces es una observación interesante”, dice Horvath. “Si es sólo para la alimentación, entonces se podría argumentar que si se interfiere con estas neuronas, se podría eliminar ese ‘efecto secundario’ del consumo de marihuana. Ya sabes, si quieres”. Por ejemplo, se podrían desarrollar fármacos que alteren la función de estas neuronas en, digamos, pacientes de quimioterapia que tienen un apetito reducido. (Por otra parte, ¿quién necesita fármacos cuando puede comer un plato de pollo a la cazuela?)
Otro de los hallazgos clave del estudio podría proporcionar una pista de por qué los fumadores de snacks no son todos obesos mórbidos. “Cuando consumes cannabinoides, estas neuronas empiezan a segregar [endorfinas que promueven la alimentación], pero siguen produciendo y almacenando el otro tipo, que es la sustancia química antialimentación”, dice Horvath. Una vez que el subidón desaparece, las neuronas POMC son capaces de liberar la alfa-MSH, lo que podría causar una fase de rebote en la que se come menos. “Creo que se equilibra por sí solo y puede no contribuir a un peso corporal elevado, a menos que comas y fumes sin parar”.