Imagina que te gusta el chocolate (si no, puedes hacerlo con algo que sí). Cada vez que ves uno, se te apetece una mordida o un pedazo. Incluso, si no tienes hambre o si andabas con ganas de algo salado, te comes el chocolate. Esto es una reacción del cerebro ante distintos factores que te envían un impulso por satisfacer esa necesidad.
Nora Volkow, está a cargo del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas en Estados Unidos (NIDA) y en sus recientes estudios ha mostrado cómo personas con problemas en la producción de dopamina terminan con tendencias adictivas. “Las personas quedan condicionadas a ciertos lugares o con personas donde han tomado la droga, y cuando recuerdan o van a estos lugares las ganas del consumo surgen inmediatamente”, dijo al New York Times en 2011.
La dopamina es uno de los muchos neurotransmisores que usan las neuronas para comunicarse entre ellas y es una sustancia que no solo la produce el ser humano, sino también puede ser producida en laboratorios. Y es frecuentemente considerada como la causante de sensaciones placenteras y la sensación de relajación. Esta sustancia se encuentra distribuida en diferentes regiones de nuestro cerebro y en cada zona desempeña un papel diferente.
Tener baja dopamina, dice Volkow, te lleva a buscar ese placer en otros lugares, incluyendo en sustancias y/o acciones que te pueden entregar una explosión no artificial. Es ahí donde las personas pierden su libertad, convirtiéndose en adictos.
El estigma asociado a muchas condiciones de salud mental es un problema bien reconocido. Sin embargo, si bien en los últimos decenios se ha avanzado considerablemente en la reducción del estigma asociado a algunos trastornos psiquiátricos como la depresión, ese cambio ha sido mucho más lento en relación con los trastornos por consumo de sustancias. Y en esto, las leyes de cada país dependen mucho. Especialmente cuando estas los criminaliza.
Las personas adictas a las drogas a veces mienten o roban y pueden comportarse de manera agresiva, especialmente cuando experimentan la paranoia provocada por el síndrome de abstinencia o la intoxicación. Estos comportamientos son transgresiones de las normas sociales que hacen que sea difícil incluso para sus seres queridos mostrarles compasión, por lo que es fácil ver por qué los extraños o los trabajadores de la salud pueden estar rechazando o siendo antipáticos.
Y así lo ha dicho Volkow en un estudio que publicó este año en plena pandemia donde asegura que esto, principalmente, se debe a la “resistencia a la idea de que la adicción es una enfermedad. El uso de drogas altera los circuitos cerebrales que están involucrados en la autorregulación y el procesamiento de recompensas, así como los circuitos cerebrales que procesan el estado de ánimo y el estrés. Para una persona que padece un grave trastorno de consumo de sustancias, el consumo de drogas ya no es en su mayor parte placentero o volitivo, sino que es un medio de disminuir la angustia insoportable y satisfacer poderosos antojos, a pesar de las consecuencias a menudo devastadoras. Algunas personas son más vulnerables que otras al desarrollo de un trastorno de uso de sustancias debido a una predisposición genética, exposiciones sociales ambientales adversas, experiencias vitales traumáticas u otros factores”.
Es un problema de foco que en Chile no ven. Los Gobiernos que han salido electos han preferido seguir con la estrategia perdida de la “Guerra contra las drogas”, en vez de dar un giro en la regulación y mejoramiento de la salud de los adictos. En Colorado (EEUU) es así; gran parte de los dineros recolectado por impuestos a la marihuana se va en rehabilitación y educación.
Y si bien, Volkow nunca ha dicho que la legalización y drogas es un buen camino, en una entrevista publicada en National Geographic en 2014 dijo que “mi opinión es que los cannabinoides son uno de los objetivos más fascinantes que tenemos para el desarrollo de medicamentos. Es un área de investigación extremadamente importante. A medida que empiezan a surgir investigaciones que muestran los posibles beneficios para la salud de compuestos específicos dentro de la marihuana, como el 9-THC o el cannabidiol, uno podría preguntarse si es apropiado. Creo que en última instancia los datos determinarán si debe ser reconsiderado o no”.