Tiene más de tres mil seguidores en Instagram, es la directora del Dispensario Nacional, coordina el grupo Activismo Cannábico Chile, creó una comunidad de madres consumidoras y este mes su proyecto Amaca se convertirá formalmente en una fundación. Aunque por el momento no tiene pretensiones en la política, aplana calles desde hace tiempo luchando por los derechos de quienes consumen marihuana, lo que le ha valido ser una figura emblemática dentro del movimiento. LMJ siguió y conversó con Vale Verdosa y parte de su entorno cercano para descifrar quién es esta “tricomamá” que no se cansa de decir: “¡NO MÁS PRESOS POR PLANTAR!

“Buenas noches, señora presidenta”, dijo el secretario de Activismo Cannábico Chile, Jota Weed, entre una multitud de “¡hola!”, cada uno más efusivo que el otro. Con el saludo dirigido a la fundadora y cabeza del organismo, Vale Verdosa, dio inicio al encuentro virtual que congregó a 58 de 150 voluntarios que abogan por los derechos de los usuarios de cannabis en todo el país. Desde su espacio, logrando un color block perfecto con su pelo morado y chaleco fucsia, la “señora presidenta” le dio la bienvenida a los nuevos colaboradores, marcó las directrices de la reunión y enfatizó:

—Comunicación, respeto, compañerismo, sororidad y solidaridad.

Activismo Cannábico Chile es un colectivo nacional de carácter asambleísta y paritario que se divide en seis comisiones: educación, mujeres, cultivo, comunicaciones, cannachef y política de drogas. Pero, siendo justos, se debe precisar que no se limita a ser una organización de la sociedad civil, sino que es una verdadera comunidad; prueba de ello es la contratación de Viviana Nicolás, intérprete de lengua de señas, que se dio por el aporte de los propios voluntarios con el fin de hacer partícipe a Marcelo, integrante del grupo que vive con sordera.

—Muchas gracias por lograr la cuota para poder tener a una intérprete y una mejor comunicación con Marcelo, porque todos saben que el traductor que teníamos antes era pésimo, entonces para Marcelo era muy complicado comunicarse con nosotros o entender. Así que hoy día, que es una reunión importante, él está bien con la información y eso es debido a la solidaridad de todos nosotros, así que muchas gracias —precisó Vale Verdosa.

Valeska Frías, nombre real de Verdosa, nació en el 21 de agosto de 1981 y es la hija menor de Luisa y Gabriel, dueña de casa y ex funcionario de la Policía de Investigaciones, respectivamente. Fue en 2005, a sus 18 años, cuando fumó su primer “cañito”, con un “pinche” en un paseo a la playa. Al año siguiente entró a estudiar informática y a propósito de un fuerte dolor de útero, ligado a la menstruación, un amigo le propuso ir a visitar a alguien que tenía “unos cañitos ricos”. Días después lo fueron a ver y ahí Vale conoció el cogollo, esa “flor que brillaba al sol” y que distaba bastante de esa sustancia “café oscura, hedionda, que me dejaba las manos asquerosas y amarillas”. Y así fue que, después de esa experiencia, dejó el Tramadol, analgésico opioide similar a la morfina, que le daba su madre para tratar los dolores de su período.

—Llegaba del colegio, me daban Tramadol y quedaba inhabilitada: me tiraba en la cama con dolor de cabeza, náuseas, no podía abrir los ojos, tenía que apagar todas las luces; no podía comer, tomar agua, porque todo lo vomitaba. Corté el Tramadol y ahí paró.

­—¿Tienes algún resentimiento hacia tu madre por haber tratado la dismenorrea con un medicamente tan fuerte?

—Ninguno, lo hacía desde la ignorancia.

Imagen del Instagram de Valeska.

La marihuana la deslumbró y automáticamente se creó el vínculo entre ella y la planta. A pesar de que su padre fue parte de la PDI y de la relación con su madre, “que nunca fue buena”, Valeska se inmiscuyó paulatinamente en la dimensión cannábica. Su salida del indoor fue forzada: su mamá, quien habitualmente revisaba sus cosas, le encontró un moledor, papelillos y mucha marihuana, la que tiró por el excusado frente a ella.

El conflicto con sus padres ese año fue doble, poco más tarde del episodio se “salió a la mala” de informática, sin avisarle a nadie, por lo que se ganó el calificativo de “oveja negra” y un quiebre importante: “ahí quedó la cagada”.

Bajo la necesidad de romper con el prejuicio de la fumadora floja, delincuente y sin futuro, después de seis meses Vale se matriculó en pedagogía y ahí comenzó la tregua, para su entorno más próximo fue significativo que retomase sus estudios, trabajara haciendo clases particulares de lenguaje y matemáticas, se movilizara en bicicleta a todos lados y bajase 20 kilos. Luego de tres años, en 2009, le permitieron plantar por primera vez en su casa.

Mi mamá vio cambios positivos en mí, pero aún así hueviaba por los vecinos: “qué van a decir, viene gente a la casa y es una droga…”, pero yo me iba a la playa y ella igual regaba la planta.

Su activismo partió tímida, pero decididamente en su entorno cercano, que no se limitaba solo al núcleo familiar, sino que también involucró al vecinal: asumió su consumo y habló de las propiedades de la marihuana, logrando concientizar a la comunidad. Gracias a Facebook, red social en ebullición por esos días, llegó al grupo Cultiva Medicina, espacio en el que fue partícipe de tertulias cannábicas que le mostraron “el paraíso”. Haciendo activismo y pidiendo orientación sobre cultivo, se convirtió en una cara habitual en cicletadas y marchas. Para el 2015 ya era una organizadora, no tan amateur, de eventos y encuentros: hizo Copa de Mujeres, llevó el Autobús Mágico a la Moneda y creó Master Weed, un concurso de comida cannábica basado en el formato Master Chef, que congregó a personalidades públicas e influencers de la escena. En ese contexto conoció al fundador de Dispensario Nacional, Luis Quintanilla, quien es su actual compañero y padre de sus dos hijos: Ignacia, de cuatro años y Martín, de dos. Luis se convirtió en alguien que la nutrió no solo en lo amoroso, sino también de conocimiento. Dice que con él descubrió el sistema endocannabinoide, las moléculas de la planta, clonación y otros aspectos del cultivo que parecían lejanos.

—Cuando comencé la relación con Luis conocí Dispensario Nacional (DN). No entendía muy bien, pero lo acompañé con todos los trámites finales. Sacamos juntos adelante DN: con mi trayectoria en el activismo y todo el trabajo que venía haciendo Luis con los chiquillos, logró posicionarse.

CORPORACIÓN PARA LA SALUD HUMANA

“Disculpe, pero necesito grabar este procedimiento porque son las plantas de todos los pacientes, tenemos más de doscientas personas y necesito grabar… No voy a interferir. Procedimiento de Carabineros, nuevamente, con el cultivo medicinal del cannabis, este es un daño a la salud pública, no saben a cuántas personas van a dejar sin su medicina, sin su tratamiento… Por más que se les habló, se les explicó; la receta médica, los estatutos…”, manifestaba Vale Verdosa a las fuerzas policiales y a quienes miraban el registro a través del perfil de Instagram de Dispensario Nacional.

La grabación corresponde al segundo allanamiento que sufre la asociación desde que se formó y cuyas pérdidas de traducen en 31 millones de pesos, aproximadamente, por la sustracción de equipamiento de ventilación, extracción e iluminación; sin dejar de contemplar el costo emocional de los socios y el trauma de los trabajadores que se encontraban en el lugar: Javier y Milady, quienes todavía se encuentran en arresto domiciliario.

Ese fatídico 21 de octubre Verdosa se enteró tarde del allanamiento, a eso de las 16 horas, cuando Carabineros ya estaba adentro. Por esas casualidades de la vida, estaba en Providencia, comuna donde se encuentra la sede del DN. Cuando llegó fue testigo de un exagerado escenario: en plena calle encontró a algunos funcionarios del Gope con metralletas, mientras otros destrozaban las plantas con un hacha. Bastaron solo algunos minutos para que el trabajo realizado por años fuese tirado a la basura.

El Dispensario Nacional es una organización que opera bajo el marco legal y que proporciona fitomedicamentos a usuarios que hayan pasado por un filtro médico y que, por distintas razones, no pueden cultivar en sus casas. Hasta ahora cuenta con 376 pacientes de todas las edades, cuyos tratamientos tradicionales no han dado resultado y han visto en la cannabis una solución. Además de los socios, hay alrededor de más de cien en lista de espera. A pesar de la apertura social que hacia todo lo relativo a la marihuana, pero particularmente a lo que muchos denominan ámbito medicinal, y que va in crescendo, aún hay un prejuicio fuertemente arraigado en parte de la sociedad y que trasciende edad,  sexo, clase social y que tiene sus orígenes en el discurso nixoniano de los 70’. Solo de esa forma se explica el operativo desproporcionado de la policía, incentivado por una carta anónima.

Hacen falta educación, capacitación e información, el problema es el prejuicio y desinformación de las personas que llaman a Carabineros y les dicen que un vecino tiene una planta. Faltan capacitaciones a las policías para que sepan diferenciar cuando entran a una casa de un usuario medicinal versus un narcotraficante. Nosotros, personas normales, podemos hacer esa diferencia y ellos, que están capacitados, no lo pueden hacer. Me parece un chiste.

TRICOMAMIS

No es un juicio asegurar que la sociedad se ha regido gran parte, por no decir toda la historia, bajo una cosmovisión patriarcal que ha castigado a cualquiera que se escape de los cánones establecidos por ese prisma. Aunque hay académicos que se han dedicado al desarrollo de teorías en este ámbito, con el propósito de concientizar sobre la problemática y hacer algo sobre ella, lo cierto es que los mandatos del gobierno y de los padres están arraigados en el ADN humano, en el genoma cultural, y siempre hay atisbos de aquellos.

Si se piensa en la triada creada por el catolicismo, que establece que solo hay tres tipos de mujeres: virgen, la madre y la prostituta, se podría intuir que las dos primeras están en una categoría superior a la tercera y que por ello se eximen de las penas capitales, cuando lo cierto es que son todas juzgadas bajo los mismos parámetros.

Vale Verdosa lo sabe bien, como mamá consumidora se vio enfrentada a los prejuicios de su entorno cercano, en un principio, y no pudo confidenciarle a su médico el uso de cremas y vaporizadores durante sus embarazos por miedo a posibles acciones legales en su contra. Como ella hay varias, por eso creo Amaca (Amor de Madres Cannábicas), una organización que se formalizará como ONG este mes, y que tiene como propósito de “informar, educar y empoderar a las madres cannábicas”, como asegura Lorena Garrido, quien es la otra cabeza de la iniciativa.

Lorena llegó a Dispensario Nacional después de ser diagnosticada con una enfermedad autoinmune que le provocaba Síndrome de Raynaud, al poco tiempo de haber dado a luz a su hija mayor, quien tiene el mismo nombre y edad que la hija de Vale Verdosa. Aunque son “polos opuestos”, como declara Garrido, las unió la maternidad y la cannabis y, al poco tiempo, Lorena se contagió con el activismo. Juntas sacaron adelante el proyecto Amaca y con ello, Tricomamis, una cuenta secundaria de carácter lúdico, pero dirigida al mismo nicho y que hoy cuenta con más de dos mil seguidores.

—La idea es tener una sede y dar soporte educativo, informativo, espacio a círculos de mujeres para desmitificar el tema de la cannabis. Hay que quitar los prejuicios en base a la educación e información y yo creo que por eso lo hago a la luz y apoyo con el activismo a la Vale. Creo que es informar, más allá que explicar o pedir permiso, siento que es una forma de educar a las personas —dice Garrido.

S.B., de 31 años, es parte del núcleo más íntimo de Tricomamis, que está compuesto por 14 mujeres que conversan todos los días a través de un grupo de WhatsApp. Luego de haberse enfrentado a un traumático procedimiento policial atestiguado por sus hijos, el colectivo se convirtió en un apoyo fundamental. Para ella ha sido interesante mirar otras realidades y no limitarse a su experiencia personal con la planta: ha constatado que el uso tiene “muchas aristas” que se olvidan en lo cotidiano o que simplemente no se contemplan porque no son parte de la vida propia; básicamente, conocer otras realidades con las que se tiene algo o varias cosas en común.

Imagen del Instagram de Valeska.

—Para mí ha sido enriquecedor conocer a la Vale, porque no es que yo solo la consuma, para mí es realmente una medicina: me baja la ansiedad, me mantienen más consciente con mis hijos, no tan estresada y eso igual es importante con los niños. El grupo ha sido contención, cariño, desahogo, consejos, tiradas para arriba. Somos varias las que no estamos haciendo nada malo —declara S.B.

“Ya no está la mamá, pero nosotras vamos a ponernos firmes”, eso fue lo que le dijeron sus hermanas mayores a Vale Verdosa cuando quedó embarazada. Ya no fumaba, pero usaba un vaporizador que le ayudaba con las náuseas, dolores y cansancio, es por ello que se dedicó a investigar y a mostrarle papers a sus hermanas para no cargar con el estigma. Luego de dar a luz a Martín el año 2019, comenzó a usar resina para los dolores del post parto y todo resulto “mucho mejor”, en comparación con su primera experiencia.

—Hay estudios que dicen que la cannabis genera bajo peso al nacer, pero hay otros que dicen que no es estratogénica, que no genera mal formaciones en ningún formato. La Nachita pesó 4,420 kg y el Martín 4,820 kg. Ya tenía noción de que Martín no iba a quedar volado ni nada, muy por el contrario, tampoco tuve problemas de que se pusiera amarillo, que no comiera bien, que tuviera mal dormir, mala alimentación.

Al único profesional de la salud al que le contó sobre el consumo de marihuana en la gestación fue a un psicólogo del Cesfam, quien no dudó en cuestionarla. A pesar de haber contra argumentado con autoridad, desde la experiencia y la evidencia científica, decidió no ir más.

—¿Cómo abordaste el tema con tus hijos?

—La Ignacia conoce la planta, ella no conoce la cannabis como una droga, sino como una planta y ella nos ayuda a cultivarla. La planta de cannabis está al lado de las frutillas, las lechugas, el zapallo…

Si bien era pasada la medianoche de un día laboral, casi la totalidad de las 58 casillas de zoom reflejaban caras entusiasmadas y es que Activismo Cannábico Chile es una comunidad democrática donde todas las voces son oídas y participan de las decisiones, “lo que la mayoría diga se va a cumplir”, incluso para las actividades extra programáticas, como la Fumetodes, fiesta de disfraces de temática cannábica que harán próximamente. El actuar de ACC no se enfrasca en las actividades propias, sino que se involucran otras, relativas al tópico, por supuesto, con el fin de lograr mayor unión y cooperación entre las diversas organizaciones y personalidades de la movida, como por ejemplo, el cierre de campaña de Ana María Gazmuri.

—¿Tienes alguna ambición dentro de la política purista?

—Ninguna, pero no me cierro a futuro. 

Aunque nunca ha ejercido ni ha postulado a un cargo en alguno de los poderes del Estado, lo cierto es que en poco más de diez años, Valeska Frías se convirtió en Vale Verdosa, una especie de baluarte del activismo cannábico nacional, una figura que inspira y empodera a quienes comulgan con su causa, alguien que hace política desde la vereda ciudadana: una Juana de Arco que lidera un cada vez más grueso y poderoso ejército verde.

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